Las últimas declaraciones de Íker Casillas mandan un mensaje subliminal "el clásico ha perdido brillo", es una tontería - con el respeto mayúsculo que se merece quien considero el mejor arquero del mundo - seguramente de haber sido otros los marcadores, el mostoleño estaría diciendo algo muy diferente. Es evidente, actualmente las circunstancias dentro del equipo blanco no son las más óptimas: a CR7 aún se le nota con una gran ansiedad (aumentada por un sector del Bernabéu que no le perdona su última actuación contra el Barcelona), Kaka' ha bajado enormemente su rendimiento y, aunque él mismo y Mourinho han declarado que no será transferido, habrá que ver si se mantienen éstas posturas en caso de recibir el Madrid una buena oferta por el jugador; Ozil se viene mostrando con un desempeño intermitente y no suele brillar cuando la competencia interna por su posición se intensifica; Di María, el mejor asistidor de la liga, está saliendo
de una lesión; Khedira no estará disponible por al menos un mes debido a un esguince en el tobillo. Arbeloa está suspendido para el partido de ida, Coentrao es una incógnita...
Al margen de los problemas individuales, los últimos clásicos se han decantado del lado catalán porque siempre han superado a los madrileños a través de su juego colectivo y de su mayor madurez psicológica. No ha importado si el Madrid les hace un planteamiento táctico perfecto, Guardiola ha tenido una respuesta para cada acertijo. Como si no fuese suficiente con todo lo anterior, la propia prensa madrileña (llámese Marca y As) se encargan de incrementar la tensión alrededor del Real Madrid, quienes tendrán que vencer al mejor equipo del mundo - hasta que alguien demuestre lo contrario - además de luchar contra sus propios miedos y fantasmas.
Sin embargo, el Madrid tiene, en teoría, todas las herramientas para vencer a su máximo rival, en la práctica la cuestión pasa por dejar atrás esa sombra interminable que nos persigue a todos: el pasado.
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